Los niños siempre juegan y siempre jugarán a … HACER CABAÑAS

 

Con el tendedero de la ropa (también conocido como sisí) y una sábana vieja, un niño se construye una cabaña en la terraza de su casa. Es su guarida, su fuerte, allí se siente protegido. Ríe nervioso porque el padre lo llama y no lo encuentra. ¡Claro! Está en su escondite.

Posiblemente no se trate de un juego casual y resulte fruto de una herencia biológica que nos remonta a unos pasos atrás en la escala de la evolución. A un hacer caso al cerebro reptiliano, aquel de los instintos y de la supervivencia. Ya en la prehistoria se buscaban escondites donde refugiarse, esconderse y protegerse. Y con el paso del tiempo la especie humana ha creado, construido y generado refugios cada vez más sofisticados y seguros. Porque... en ningún sitio como en casa.

Y en los restos de memoria biológica de los niños todavía existe la búsqueda de la protección y la seguridad. Porque el lobo derriba las casas de paja y de tronquitos, pero la de ladrillos se mantiene firme.

A menudo la cabaña es una auténtica casa donde cuidar de las muñecas, preparar comidas... quizás es un espacio de encuentro con los amigos (como un club social), un refugio contra animales feroces, dinosaurios u otros atacantes... Las cabañas son espacios donde los niños pasan largos ratos. Aunque se estén ahogando de calor, será difícil que salgan de allí dentro, y tal vez sólo lo harán para ir al baño o comer (si es que no piden llevarse la comida allí dentro).

Además, en este juego de cabañas se genera toda una "república independiente de mi casa". Los niños pasan de habitar la casa familiar a construir la suya propia, con sus normas y formas de gestión. Nos encontramos con la creatividad y la imaginación, con todo el proceso simbólico de los niños.

¿Y qué puede ser una cabaña? ¡Cualquier cosa! Desde una caja de cartón (qué juguetes más ideales son las cajas de cartón), una mesa con una sábana, un agujero en un árbol, un tipi de indios, el rincón entre la pared y el sofá... lo importante es que esté bien cubierto y que no se vea lo que pasa dentro. Y si es de noche, una linterna será una gran amiga.

Sea como sea, las cabañas son espacios para aparecer y desaparecer, donde encontrarse con uno mismo y con las propias normas, donde crear e imaginar, donde enfrentarse a miedos. Espacios donde la angustia, la emoción, la protección, el sentido de seguridad... afloran recordándonos nuestra condición humana.

Por eso los niños y niñas siempre juegan y siempre jugarán a hacer cabañas. Jenny Silvente

Artículo del blog Jugar i Jugar

 








 

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